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La frontera de lo cutre

Es una reflexión lateral y quizás injusta con la película uruguaya Whisky (2003) de Pablo Stoll.
Las risas nerviosas en el cine ante las pequeñas mezquindades y las vulgaridades cotidianas de los protagonistas, me lo recordaron.
Lo cutre es una frontera que ese conjunto informe que se llama clase media establece como lugar de prohibiciones y represiones internas, en definitiva de invisible control del grupo. Las leyes de esta frontera no están escritas en ningún papel pero son inapelables.
No es exactamente el landismo – hoy tan bien representado por Torrente -, esa otra frontera con “lo hortera” que ese otro inmenso grupo de la clase media baja coloca como clara frontera – mediante el ridículo - con su propio pasado o con elementos y personas de su propio presente.
Sería hilar muy fino diferenciar lo ‘cutre’ y lo ‘hortera’. Dejémoslo en un enorme y variado conjunto de acciones, gestos y prácticas que no se deben realizar; un elenco que es criticado mediante el ridículo. El pánico está provocado por el temor a caer en el abismo de un grupo inferior o un pasado superado.
El film ‘Whisky’ participa de otras variables, aparte de ese opresivo estilo de cine de “escuela de cine” (la repetición es intencionada), participando de ese nuevo cine antiétnico que está dando productos magníficos después de la bobalicona sucesión de apologías de lo étnico -, ese cine que refleja en el cono sur las artimañas de Woody Allen y las descarga sobre la comunidad judía (sin poder ser atacado de antisemita, ¡qué maravilla!).
A mí lo que me interesa en este caso es la reflexión sobre lo cutre.
Una alumna me dijo un día en un trabajo sobre su casa como espacio de comunicación:
-. Mi madre piensa que hay una webcam en el techo de cada habitación observando lo que hacemos y si dejamos algo desarreglado.
Esta vigilancia, invisible porque es interna a la persona, es parte de la represión: puede ser una cama desarreglada o pasarse la manga por la boca después de comer, puede ser un chiste inoportuno o un gesto inadecuado. Es una frontera dinámica y móvil que inventa nuevas prohibiciones cada día – puede ser un color o un tipo de papel pintado, una comida o un lugar de vacaciones... -, y aplica reglas de conducta.
En los jóvenes este ir y venir es tan evidente como inconsciente para ellos. No depende de una estrategia de ascenso o mantenimiento como clase social, como es el caso de sus padres. Se convierte en la expresión de tribus solidarias.
Pero, la frontera de lo cutre persiste en ambos casos. Y el pánico a ser pillado en falta también. Es una exclusión fundamentalmente personal, cerebral.

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