Los sondeos y el ombliguismo
Los sondeos se crearon para medir la opinión pública.
Se consideraba que esta opinión era contable y calculable, computable y evaluable, si se disponían de los mecanismos adecuados que, sometidos a la ciencia divina de las matemáticas, ofrecerían un dictamen perfecto de la sociedad.
Las herramientas científicas sustituían por fin a la palabrería vana de los teóricos y los idealistas.
El científico social se convertía en el médico a veces, con pasión de cirujano que dictaminaba y diagnosticaba los males sociales.
Era una ciencia tan neutral que no necesitaba teorizar las nociones previas que le llevaban a las preguntas, sino analizar sólo los resultados. Todo era ciencia.
Se discutía el cómo (las herramientas y métodos) y no el por qué que era considerado anticientífico.
Pero, sin un análisis previo de las preguntas - y no posterior de las respuestas -, sin una discusión previa de las intenciones (¡Oh, vuelta a la palabrería vana de los teóricos y los idealistas!), las respuestas respondían a los criterios y las intenciones de los encuestadores (peor, escondían sus criterios e intenciones bajo una capa de cifras).
Por eso, siempre que estudio una encuesta tengo una cierta sensación de encontrarme en una encerrona. No significa que haya una malvada voluntad detrás, no es una paranoia conspiratoria. Puedes participar en una catástrofe planificada con las mejores intenciones.
Es algo parecido al sentimiento de Fatema Mernissi (Un libro para la paz, 2004) cada vez que es invitada a un coloquio occidental sobre el mundo árabe, sobre el diálogo de culturas. Nota que hay trampa, que entra en un diseño preestablecido para un resultado concreto y teme perder el tiempo. A no ser que se incluya a los árabes a los que se desee invitar en la fase inicial de la definición de conceptos, de la elección de los temas, de la formación de categorías y de la elección de los participantes, uno termina hablándole a su propio ombligo. Fatema Mernissi se siente un toque de color en una sala de occidentales.
Se consideraba que esta opinión era contable y calculable, computable y evaluable, si se disponían de los mecanismos adecuados que, sometidos a la ciencia divina de las matemáticas, ofrecerían un dictamen perfecto de la sociedad.
Las herramientas científicas sustituían por fin a la palabrería vana de los teóricos y los idealistas.
El científico social se convertía en el médico a veces, con pasión de cirujano que dictaminaba y diagnosticaba los males sociales.
Era una ciencia tan neutral que no necesitaba teorizar las nociones previas que le llevaban a las preguntas, sino analizar sólo los resultados. Todo era ciencia.
Se discutía el cómo (las herramientas y métodos) y no el por qué que era considerado anticientífico.
Pero, sin un análisis previo de las preguntas - y no posterior de las respuestas -, sin una discusión previa de las intenciones (¡Oh, vuelta a la palabrería vana de los teóricos y los idealistas!), las respuestas respondían a los criterios y las intenciones de los encuestadores (peor, escondían sus criterios e intenciones bajo una capa de cifras).
Por eso, siempre que estudio una encuesta tengo una cierta sensación de encontrarme en una encerrona. No significa que haya una malvada voluntad detrás, no es una paranoia conspiratoria. Puedes participar en una catástrofe planificada con las mejores intenciones.
Es algo parecido al sentimiento de Fatema Mernissi (Un libro para la paz, 2004) cada vez que es invitada a un coloquio occidental sobre el mundo árabe, sobre el diálogo de culturas. Nota que hay trampa, que entra en un diseño preestablecido para un resultado concreto y teme perder el tiempo. A no ser que se incluya a los árabes a los que se desee invitar en la fase inicial de la definición de conceptos, de la elección de los temas, de la formación de categorías y de la elección de los participantes, uno termina hablándole a su propio ombligo. Fatema Mernissi se siente un toque de color en una sala de occidentales.
2 comentarios
Marc Campdelacreu Rodríguez -
Penso que en el cas on més s'hauria de procurar que la pregunta s'ajustés a la màxima objectivitat és en els referèndums. La formulació de la pregunta hauria de ser aprovada per consens, tant pels que volen un resultat positiu com els que no. De la mateixa manera que hauria de ser precisa, sense ambigüitats. En cas contrari, l'organisme organitzador formularà una qüestió que predisposarà a respondre d'una determinada forma. La importància de la formulació de la pregunta la veurem en el referèndum sobre la Constitució Europea o en el que preveuria fer el Pla Ibarretxe al País Basc.
Els resultats de les enquestes els hauriem d'agafar amb pinces sinó sabem qui les ha elaborat i, en especial, quina ha estat la pregunta formulada.
Món Sanromà -
Però jo crec també que és molt útil saber que pensa la societat, i que per a fer-ho podem utilitzar les enquestes.
Si veiem una enquesta com una manipulació també hauriem de veure cada paraula que pronuncia cada persona com una manipulació. Jo crec que així no podriem viure.
Hem d'anar amb compte amb les enquestes, però si estan ben fetes, poden ser molt útils.