Ridículo a las mil Miravitllas
El ridículo es una frontera de exclusión que las clases dirigentes han creado a lo largo de la historia para control externo e interno del grupo. Meter la pata ficar la pota en cátala no es tan habitual entre los grupos populares.
Se trata de una presión desde arriba lo cutre, lo hortera, la frase mal dicha, ... una manera de diferenciarse que sólo puede atacarse igualmente desde la caricatura de las actitudes de los de arriba lo pijo, lo pedante, lo cursi ...
El juego es amplio y muy dinámico. El sistema de organización cortesano lo llevó a un extremo increíble en la época de la apariencia (ver Gracián o el duque de Saint Simon) pero también en los ambientes burgueses tuvo su expresión mercantil (ver las memorias de ...).
Pero se trataba en principio de deshonor (muy parecido a lo que sucede en las culturas de las elites orientales y de forma extremada en la civilización cortesana japonesa).
La película Ridicule (1996) con una actuación genial de Jean Rochefort refleja este ambiente en que la carrera de un personaje cortesano podía truncarse absolutamente por haber caído en ridículo.
Pero, la guillotina no acaba con el ridículo sino que lo refuerza.
El ridículo se convierte en occidente, a partir de la revolución burguesa en algo interiorizado como parte de la personalidad a través de la educación: no fallar, no quedar en ridículo.
El análisis del chiste y del humor nos señala las múltiples fronteras sociales, grupales y étnicas donde la aduana es el ridículo y la risa sobre lo ajeno.
El resultado es mortal y continúa en la actualidad.
Pero, el temor al ridículo es también terrible y absolutamente anticientífico es un freno a la innovación, a la experimentación , al desparpajo...
En la enseñanza oriental, una falta es terrible pero un error es considerad un paso normal en el camino educativo.
Critico aquello que me interesa, dice un proverbio Zen.
En estas culturas y esto se transmite también a actitudes cotidianas una persona a la que se le indica un error (no una falta que es diferente y en occidente están confundidos ambos términos) agradece la llamada de atención y convierte en maestro al que se lo ha señalado.
En la cultura occidental y en la universidad más -, un maestro que señala un error se convierte en un enemigo que ha puesto en ridículo al alumno, un pedante que ha criticado el trabajo de un compañero, un insolidario incluso entre compañeros....
El libro de Ramon Miravitllas, Preciosos ridículos nos ayuda a desdramatizar el ridículo y a contemplar el poder político, cultural, mediático en ridículo. Un buen ejercicio mental.
A veces parecido al cuento del rey desnudo, a veces con esa mala baba tan simpática del crítico avezado en años de redacciones siniestras.
¿Y cuántos nuevos enemigos que no lo considerarán precisamente un maestro por señalarles el error?
Se trata de una presión desde arriba lo cutre, lo hortera, la frase mal dicha, ... una manera de diferenciarse que sólo puede atacarse igualmente desde la caricatura de las actitudes de los de arriba lo pijo, lo pedante, lo cursi ...
El juego es amplio y muy dinámico. El sistema de organización cortesano lo llevó a un extremo increíble en la época de la apariencia (ver Gracián o el duque de Saint Simon) pero también en los ambientes burgueses tuvo su expresión mercantil (ver las memorias de ...).
Pero se trataba en principio de deshonor (muy parecido a lo que sucede en las culturas de las elites orientales y de forma extremada en la civilización cortesana japonesa).
La película Ridicule (1996) con una actuación genial de Jean Rochefort refleja este ambiente en que la carrera de un personaje cortesano podía truncarse absolutamente por haber caído en ridículo.
Pero, la guillotina no acaba con el ridículo sino que lo refuerza.
El ridículo se convierte en occidente, a partir de la revolución burguesa en algo interiorizado como parte de la personalidad a través de la educación: no fallar, no quedar en ridículo.
El análisis del chiste y del humor nos señala las múltiples fronteras sociales, grupales y étnicas donde la aduana es el ridículo y la risa sobre lo ajeno.
El resultado es mortal y continúa en la actualidad.
Pero, el temor al ridículo es también terrible y absolutamente anticientífico es un freno a la innovación, a la experimentación , al desparpajo...
En la enseñanza oriental, una falta es terrible pero un error es considerad un paso normal en el camino educativo.
Critico aquello que me interesa, dice un proverbio Zen.
En estas culturas y esto se transmite también a actitudes cotidianas una persona a la que se le indica un error (no una falta que es diferente y en occidente están confundidos ambos términos) agradece la llamada de atención y convierte en maestro al que se lo ha señalado.
En la cultura occidental y en la universidad más -, un maestro que señala un error se convierte en un enemigo que ha puesto en ridículo al alumno, un pedante que ha criticado el trabajo de un compañero, un insolidario incluso entre compañeros....
El libro de Ramon Miravitllas, Preciosos ridículos nos ayuda a desdramatizar el ridículo y a contemplar el poder político, cultural, mediático en ridículo. Un buen ejercicio mental.
A veces parecido al cuento del rey desnudo, a veces con esa mala baba tan simpática del crítico avezado en años de redacciones siniestras.
¿Y cuántos nuevos enemigos que no lo considerarán precisamente un maestro por señalarles el error?
5 comentarios
Eva Galindo Soriano -
Ningú és ridícul; però, tothom podem sentir-nos-en.
Giacomo Leopardi, poeta i erudit italià de finals de segle XVIII i principis del XIX, va citar: les persones no són ridícules sinó quan volen semblar o ser el que no són. Em permetré la llicència de matisar que Leopardi, de fet, fa referència a labsurditat (i ara potser sóc jo la que peco de ridícula o d'absurda). Les persones poden ser absurdes. La incoherència, la incongruència, la ignorància o la incomprensió, per exemple, poden ser factors que caracteritzin una persona com a absurda. Són factors, no sentiments; són fets objectius, no subjectius.
La persona ridícula (o, més aviat, ridiculitzada), sen sent i pressent la seva ridiculesa; mentre que la persona absurda, no només no sadona de la seva absurditat, sinó que ni tan sols se la planteja.
Eva Galindo Soriano -
Quan som protagonistes d'aquesta situació, arribem a maleir al ridiculitzador. Plató ja deia que la burla i el ridícul són, d'entre totes les injuries, les que menys es perdonen. Però, el maleïm pel seu enginy a lhora d'adonar-se de la nostra ridiculesa. Tanmateix, ni el ridiculitzador és enginyós, ni nosaltres som ridículs.
Lestrateg només deixa constància de la seva necessitat de sentir-se superior; fa mostra de la seva supèrbia (mai del seu enginy). La víctima només reflecteix la influència que exerceix lopinió pública sobre ella mateixa; vol ser ben vista per la resta, però arriba a sentir-se ridícula perquè algú extern la fa sentir.
Rafael Cervera Moreno -
Marcos Rodríguez -
Elma Vila Alguersuari -